El sondeo relámpago realizado por La Segunda el lunes 29 de septiembre refleja algo que buena parte de los chilenos ya percibimos: la estrategia de la derecha tradicional —en particular, de Chile Vamos— está fracasando.
La pregunta que planteó el diario, insinuando que Evelyn Matthei podría alcanzar a José Antonio Kast pese a la baja de este último en las encuestas, revela más la desesperación de un sector político que una realidad electoral.
Por décadas, la izquierda y la derecha tradicional han administrado el poder de manera similar: cuando gobiernan, lo utilizan para repartirse la torta y asegurar cuotas de influencia, dejando en segundo plano las soluciones reales a los problemas del país.
Son esos políticos y sus viejas prácticas los que han hastiado a los chilenos. Y es justamente esa clase política la que teme el ascenso de una coalición de verdadera derecha, que ha presentado un programa de emergencia para rescatar a Chile y que no está marcada por los vicios de los viejos partidos.
Aun sin haber concluido en la tarde del lunes 29, la encuesta de La Segunda ya demostraba que el 72,65 % de los participantes consideraba que Matthei no alcanzaría a Kast.
No es solo una cifra circunstancial, sino un síntoma claro del rechazo de la ciudadanía a un retorno al poder de Chile Vamos y a la candidatura de Matthei, que en la mayoría de las encuestas serias se mantiene en tercer o cuarto lugar.
Decir esto no me causa miedo ni reservas, porque quienes pierden son las cúpulas de Chile Vamos, no sus seguidores.
Los votantes de base ya lo han entendido desde hace tiempo: saben que deben respaldar a Republicanos si quieren un verdadero cambio.
Decir las cosas como son, aunque suene políticamente incorrecto, ya no solo es necesario, sino urgente: el país no puede seguir atrapado entre las ambiciones de quienes buscan perpetuarse en el poder.
La realidad es que Evelyn Matthei nunca entendió —y hoy ya es tarde para hacerlo— que debió haber bajado su candidatura hace tiempo, facilitando que Chile Vamos apoyara a los Republicanos y se presentara un frente unido de la derecha.
De haberlo hecho, habría fortalecido su propio capital político y evitado el debilitamiento de su sector.
Al persistir en una postulación cada vez más desgastada, no solo está perdiendo ella: se derrumba el capital político de Matthei y también se derrumba Chile Vamos.
El país no necesita que los viejos bloques de izquierda o de derecha vuelvan a repartirse el poder, sino que quienes aspiren a gobernar sean capaces de poner a Chile primero, dejar de lado ambiciones personales y trabajar juntos en soluciones reales y urgentes.
Atentamente,
Christian Slater E.
Un Patriota sin color político.
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