Un Arte y una Ceremonia
Esquilar a tijera no es solo un trabajo, es una ceremonia que ha tejido las historias del campo chileno por generaciones. Desde Chiloé hasta la precordillera de Ñuble y Biobío, la esquila marcaba la llegada de la primavera, un momento esperado por los campesinos para la cosecha de lana. Entre febrero y marzo, los esquiladores se organizaban en corrales, listos para trabajar. Con la oveja entre las piernas y sin ataduras mecánicas, hombres y mujeres realizaban cortes precisos, dejando la lana en un solo manto, conocido como “manto entero”.
Este trabajo, remunerado por kilo esquilado, era un medio de vida importante para muchos. Un buen esquilador podía esquilar entre 120 y 150 ovejas en un día, un logro que demandaba fuerza física, habilidad y horas de práctica. Sin embargo, el cambio ha sido drástico: hoy, las máquinas han triplicado la velocidad del proceso y los precios de la lana han disminuido significativamente, llevando a muchos jóvenes a abandonar el campo en busca de mejores oportunidades laborales.
La Generación que Renueva
La presencia de niños y adolescentes durante la Expo Ovina simboliza la resistencia de esta tradición. El joven Esteban, con solo 13 años, logró el segundo lugar en la categoría juvenil, reflejando la conexión entre generaciones. Desde pequeño, ha sido un aprendiz fiel de su “abuelito”, un proceso que comenzó cuando apenas le llegaba a la cintura. En la competencia, esquiló su oveja en menos de seis minutos, sorprendido por su destreza. “Es pesado al principio, te duelen las manos y la espalda, pero cuando agarras el ritmo no hay nada igual”, comenta mientras limpia la tijera, legado de su abuelo.
Un Compromiso Comunitario
El alcalde de Pinto, Jairo del Pino, enfatiza la importancia de estas iniciativas: “En Pinto estamos haciendo algo que pocos lugares logran: que los cabros chicos no solo miren la esquila, sino que también participen. Si no los incentivamos ahora, en diez años más no habrá nadie que sepa esquilar a tijera en Chile”. Esta fiesta no solo celebra la cultura local, sino que también busca formar una identidad colectiva en la juventud, ligada a sus raíces y la tierra que habitan.
Mientras el sol se ponía sobre los corrales del Parque Ramadero, el aroma a asado impregnaba el aire, y los más pequeños ya pedían turnos para el próximo año, evidenciando su entusiasmo por continuar con la tradición.
La Esquila como Patrimonio Vivo
La esquila a tijera, que hace apenas dos décadas parecía condenada al olvido, ha encontrado en Pinto un grupo de jóvenes dispuestos a cargarla sobre sus hombros. Con cada golpe de tijera, estos adolescentes demuestran que el corazón del campo chileno sigue latiendo. Este arte no solo es vital para la cultura rural, sino que también representa un modo de vida que necesita ser valorado y preservado.
de Pinto dejó claro que, aunque los cambios económicos y la modernización intenten borrar ciertas prácticas, el esfuerzo y el amor por la tradición pueden resurgir con fuerza, transformando la percepción de las costumbres del campo chileno. A través de estos jóvenes, la esquila a tijera no solo es un arte que se transmite de generación en generación, sino también un símbolo de la herencia cultural fundamental para las futuras generaciones.
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